Luna de Miel
18/06/2015
La Vanguardia
Por Rafael Ansón
“Luna de miel”
Asociamos la expresión “luna de miel” a momentos verdaderamente gozosos de nuestra vida. Alrededor de ella hay muchas historias, pero el origen de su nombre está en la coincidencia de las fases de la luna con el periodo de la mujer, 29 días.
La miel esmaravillosa, saludable y sabrosa, un alimento versátil que está también asociado a la fertilidad, la dulzura y la felicidad. Por eso y por otros muchos motivos, hay que cuidar de las abejas, pues los riesgos que existen a su alrededor en la actualidad ponen en peligro incluso la supervivencia de los seres humanos. Porque son un componente esencial en nuestro ecosistema.
La “luna de miel” es una acepción que relacionamos con la felicidad de las parejas recién casadas pero que tiene también su sentido gastronómico. Aunque son varias las teorías al respecto, la más aceptada se relaciona con las leyendas de los celtas de Gales y otros pueblos del norte de Europa, quienes, una vez desposados, se retiraban 29 días para observar la luna, comer dulce de frutas y beber hidromiel (combinación fermentada de agua y miel, incluso más antigua que el vino, que se decía aumentaba la fertilidad), rituales que se consideraban actos simbólicos de una alianza entre iguales.
Otra más antigua se sitúa hace más de 4.000 años en Babilonia, cuando el padre de la novia le daba al novio toda la cerveza de miel que pudiera beber “durante una lunación”, es decir 29 días. Y una tercera, vinculada a los teutones en Alemania, según la cual las parejas debían beber licor de miel durante los 29 días siguientes a la boda.
En todo caso, la miel es tan buena para todo que, hasta en la Antigua Roma, las madres dejaban a sus hijas recién casadas un tarro de miel en la habitación para que se lo aplicaran en el cutis y lo convirtieran en reluciente y suave.
Con el paso del tiempo, la “luna de miel” ha dejado de asociarse con un ungüento o con unabebida, sino con la sana costumbre de que los novios emprendan un viaje más o menos largo (últimamente se han ido acortando estos periplos) después de sus nupcias. Antes, el viaje de “luna de miel” era un mes.
Como contrapartida a las bondades de la “luna de miel”, dicen los mexicanos, “viaje de luna de miel, ni es viaje, ni ves luna ni es de miel”. En cambio, como decía un viejo bolero, les deseo a todos “que todas las noches sean noches de boda y que todas las lunas sean lunas de miel”.
Y, sobre todo, consuman miel, un alimento saludable, natural y magnífico. Si pueden, en las noches de luna llena, durante la cena. O al despertar, en el desayuno, cuando la luna se esconde y sonríe, pensando en lo felices que son los hombres… y las mujeres, mientras viven su particular luna de miel.
Por Rafael Ansón
“Luna de miel”
Asociamos la expresión “luna de miel” a momentos verdaderamente gozosos de nuestra vida. Alrededor de ella hay muchas historias, pero el origen de su nombre está en la coincidencia de las fases de la luna con el periodo de la mujer, 29 días.
La miel esmaravillosa, saludable y sabrosa, un alimento versátil que está también asociado a la fertilidad, la dulzura y la felicidad. Por eso y por otros muchos motivos, hay que cuidar de las abejas, pues los riesgos que existen a su alrededor en la actualidad ponen en peligro incluso la supervivencia de los seres humanos. Porque son un componente esencial en nuestro ecosistema.
La “luna de miel” es una acepción que relacionamos con la felicidad de las parejas recién casadas pero que tiene también su sentido gastronómico. Aunque son varias las teorías al respecto, la más aceptada se relaciona con las leyendas de los celtas de Gales y otros pueblos del norte de Europa, quienes, una vez desposados, se retiraban 29 días para observar la luna, comer dulce de frutas y beber hidromiel (combinación fermentada de agua y miel, incluso más antigua que el vino, que se decía aumentaba la fertilidad), rituales que se consideraban actos simbólicos de una alianza entre iguales.
Otra más antigua se sitúa hace más de 4.000 años en Babilonia, cuando el padre de la novia le daba al novio toda la cerveza de miel que pudiera beber “durante una lunación”, es decir 29 días. Y una tercera, vinculada a los teutones en Alemania, según la cual las parejas debían beber licor de miel durante los 29 días siguientes a la boda.
En todo caso, la miel es tan buena para todo que, hasta en la Antigua Roma, las madres dejaban a sus hijas recién casadas un tarro de miel en la habitación para que se lo aplicaran en el cutis y lo convirtieran en reluciente y suave.
Con el paso del tiempo, la “luna de miel” ha dejado de asociarse con un ungüento o con unabebida, sino con la sana costumbre de que los novios emprendan un viaje más o menos largo (últimamente se han ido acortando estos periplos) después de sus nupcias. Antes, el viaje de “luna de miel” era un mes.
Como contrapartida a las bondades de la “luna de miel”, dicen los mexicanos, “viaje de luna de miel, ni es viaje, ni ves luna ni es de miel”. En cambio, como decía un viejo bolero, les deseo a todos “que todas las noches sean noches de boda y que todas las lunas sean lunas de miel”.
Y, sobre todo, consuman miel, un alimento saludable, natural y magnífico. Si pueden, en las noches de luna llena, durante la cena. O al despertar, en el desayuno, cuando la luna se esconde y sonríe, pensando en lo felices que son los hombres… y las mujeres, mientras viven su particular luna de miel.
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