El marco jurídico de la gastronomía
Por Rafael Ansón y Javier Cremades.
La cocina está hoy de moda en todo el mundo y muy especialmente en nuestro país, donde se ha convertido en uno de los grandes valores de la Marca España y una herramienta prioritaria en cualquier planteamiento turístico ambicioso.
Porque toda la calidad que transmite una cocina refleja de forma evidente el prestigio del país donde se construye. Vinculada a la cultura de un pueblo y con gran éxito popular y en la televisión, sus autores, los buenos cocineros, se han convertido en verdaderas estrellas mediáticas.
A pesar de las dificultades de los últimos años, a los que la hostelería no ha sido ajena, hay mucha actividad económica alrededor de la buena mesa y las recetas de algunos cocineros cotizan al alza en el mercado y, en algún caso, son copiadas por ambiciosos aspirantes formados en sus propios fogones.
Por eso, creo que ya ha llegado la hora de que la profesión cuide mucho más cuestiones esenciales como los esfuerzos e inversiones vinculados a las tareas de formación del personal cualificado. Me explico: igual que los clubes de fútbol han sabido hacer valer el esfuerzo realizado en la preparación de sus jóvenes deportistas y en los traspasos de juradores se valoran los derechos de formación, el traspaso de conocimientos en los fogones también debería ser considerado, de algún modo, en los “fichajes” de cocineros y personal de sala.
La cocina está hoy de moda en todo el mundo y muy especialmente en nuestro país, donde se ha convertido en uno de los grandes valores de la Marca España y una herramienta prioritaria en cualquier planteamiento turístico ambicioso.
Porque toda la calidad que transmite una cocina refleja de forma evidente el prestigio del país donde se construye. Vinculada a la cultura de un pueblo y con gran éxito popular y en la televisión, sus autores, los buenos cocineros, se han convertido en verdaderas estrellas mediáticas.
A pesar de las dificultades de los últimos años, a los que la hostelería no ha sido ajena, hay mucha actividad económica alrededor de la buena mesa y las recetas de algunos cocineros cotizan al alza en el mercado y, en algún caso, son copiadas por ambiciosos aspirantes formados en sus propios fogones.
Por eso, creo que ya ha llegado la hora de que la profesión cuide mucho más cuestiones esenciales como los esfuerzos e inversiones vinculados a las tareas de formación del personal cualificado. Me explico: igual que los clubes de fútbol han sabido hacer valer el esfuerzo realizado en la preparación de sus jóvenes deportistas y en los traspasos de juradores se valoran los derechos de formación, el traspaso de conocimientos en los fogones también debería ser considerado, de algún modo, en los “fichajes” de cocineros y personal de sala.
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